La música es como el chocolate, le gusta a casi todo el mundo. Esto sucede desde tiempos inmemoriales. Desde que existe la cultura misma, también existe un lugar para esos sonidos
rítmicos que comunican sentimientos. En todos los tiempos y en todas las civilizaciones ha existido esta forma tan particular de expresión, tan rica en estilos. Sin darnos cuenta, a veces acudimos a la música buscando un contenedor para sentimientos que nos abruman, un lugar donde puedan desbordarse libremente sin dañar a nadie. Otras veces
nos reunimos para bailar y hacer que los ritmos musicales marquen el de la fiesta. También buscamos las melodías para tranquilizarnos, o para estudiar o trabajar. Pero, ¿cuál es
realmente la influencia de la música en nuestra mente?
Para el estudio se eligió a 137 sujetos. Entre ellos, 31 eran hombres y 106 mujeres. La edad promedio era de 20 años y todos eran estudiantes de psicología. Primero se les
practicó un test para medir su estado de ansiedad. Después se les hizo escuchar fragmentos de heavy metal de 5 minutos cada uno. En total, cada investigado completó una escucha de
47 minutos. El investigador pudo observar que durante los lapsos de escucha, los participantes incrementaban el nerviosismo. Se mostraban inquietos y lo expresaban cambiando constantemente
de posición y con movimientos erráticos de las manos y los pies. Valderrama pudo concluir que este tipo de melodías excitantes incrementaban el nivel de ansiedad. La explicación radica en que esta clase de ritmos estimulan intensamente el sistema
simpático y esto aumenta la tensión física y psicológica. Si esta no se libera a través de movimientos como bailar o saltar, la energía se acumula y da lugar a síntomas propios de la
ansiedad.
Asimismo, las notas musicales tienen la capacidad para relajarnos. Se logra con aquellos géneros que tienen ritmos más regulares, lentos y el volumen no es tan alto. Algunas piezas
de música clásica, instrumental o pop suave contribuyen a tranquilizarnos. Se emplean incluso en salas donde se llevan a cabo radioterapias o tratamientos médicos agresivos. Se ha comprobado también que la buena música fortalece el sistema inmunológico y se traduce en mejor salud. No por nada las vacas dan más leche cuando se les ponen las sonatas de
Mozart. Tampoco es azaroso el hecho de que las plantas florezcan más cuando hay música de fondo. La clave está en encontrar el ritmo que nos pueda favorecer en cada situación
específica, de manera que podamos sacarle todo el partido a nuestro favor.